En España, la legalidad de tener un gato serval como mascota es un tema rodeado de interrogantes y regulaciones específicas. Este felino, conocido por su aspecto exótico y comportamiento singular, ha captado la atención de amantes de los animales en todo el país. Sin embargo, antes de considerar la adopción de un serval, es crucial entender las leyes y normativas que enmarcan su tenencia. Este artículo profundiza en las disposiciones legales, requisitos y consideraciones éticas que cualquier interesado debe conocer. Comencemos.
El serval, conocido científicamente como Leptailurus serval, es un felino de tamaño medio que habita principalmente en el continente africano. Con características físicas distintivas como su cuerpo esbelto, orejas grandes y pelaje amarillento moteado, el serval es una especie notablemente ágil y eficaz en la caza, gracias a sus largas patas que le confieren una velocidad notable, solo superada por el guepardo.
Este felino salvaje se alimenta predominantemente de pequeños mamíferos, aves, insectos, y ocasionalmente, peces, demostrando su habilidad para adaptarse a diferentes tipos de presas. Los servales son conocidos por su impresionante capacidad de salto, utilizada tanto para capturar aves al vuelo como para emboscar presas terrestres.
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A pesar de su apariencia exótica y sus habilidades únicas, el gato serval no es doméstico, sigue siendo un animal salvaje con un comportamiento y necesidades específicas que lo hacen poco adecuado para la vida en cautividad. Requieren dietas especializadas, amplios espacios para satisfacer su instinto de caza y, sobre todo, no se adaptan bien a la vida doméstica debido a su naturaleza salvaje e instintos de depredador. La crianza de servales en cautividad es controvertida y se enfrenta a problemas éticos y prácticos significativos.
La distinción entre el serval y sus descendientes híbridos, como el gato Savannah —resultado del cruce entre un serval y un gato doméstico—, es crucial. Mientras que el serval es un animal salvaje, el Savannah hereda características de ambos padres, incluida una mayor facilidad de adaptación a la vida doméstica, aunque mantiene rasgos físicos y de comportamiento que recuerdan a sus ancestros salvajes.
La conservación del serval en su hábitat natural es esencial para su supervivencia, ya que enfrenta amenazas derivadas de la caza por su piel y la destrucción de su hábitat. Aunque no está clasificado como una especie en peligro de extinción, su bienestar depende de la protección de sus ecosistemas naturales y de una comprensión profunda de su ecología y necesidades.
Al alcanzar los seis meses de edad, estos felinos empiezan a cazar de forma independiente y tienden a quedarse en el territorio donde nacieron, en compañía de su madre, por un lapso aproximado de un año. Separar prematuramente al cachorro de la progenitora trae consigo efectos adversos significativos para su desarrollo óptimo.
Su excepcional habilidad para cazar en praderas y sabanas, entornos salvajes, sumada a su amplio requerimiento territorial, provoca que enfrenten dificultades en ambientes domésticos, siendo inadecuados como animales de compañía. La tenencia de un serval en el hogar conduce a la aparición de conductas repetitivas por el malestar y frustración que experimentan, volviéndose un riesgo tanto para ellos mismos como para quienes conviven con ellos.
El serval es un felino salvaje cuya belleza y habilidades únicas lo hacen fascinante, pero cuya naturaleza indomable y necesidades específicas lo hacen inadecuado para la vida doméstica. Poseen la poderosa naturaleza de un cazador feroz y no es posible su domesticación. La conservación de su hábitat y especie es de suma importancia para asegurar su supervivencia a largo plazo.
Mantener un serval en casa no es una buena idea. A pesar de que algunas personas puedan ver a estos felinos como versiones grandes de gatos domésticos, la realidad es muy diferente. Los servales son fuertes, tienen un gran instinto de caza y son territoriales. Esto significa que no dejan de ser seres salvajes aunque se encuentren en un entorno doméstico. Adiestrarlos es casi imposible y suelen responder con agresividad ante los intentos de establecer límites. Además, su dieta y necesidades de espacio son específicas y difíciles de satisfacer en un hogar. Los servales, siendo felinos medianos originarios de África, poseen características físicas y comportamentales que dificultan su mantenimiento en un entorno doméstico, tales como un fuerte instinto de caza y un marcado comportamiento territorial. Su cuidado exige condiciones muy específicas que raramente pueden ser satisfechas en una residencia típica, tales como un amplio espacio para explorar y una dieta carnívora especializada. Además de los desafíos prácticos y legales, la tenencia de servales como mascotas plantea preguntas éticas significativas. Estos animales son, por naturaleza, depredadores solitarios que requieren amplios territorios para explorar y cazar. Confinarlos a un espacio doméstico no solo es antinatural para ellos, sino que también puede provocarles estrés y otros problemas de comportamiento. Además, la cría de servales para su venta como mascotas contribuye a la problemática del tráfico de animales salvajes y puede tener un impacto negativo en sus poblaciones naturales.
En estado salvaje, un gato serval puede alcanzar hasta los 12 años de vida, ascendiendo hasta los 20 años en estado de cautiverio.
El precio de un gato serval en España puede alcanzar hasta los 8,000 euros, variando según el origen, edad, y características específicas del animal. Además del coste inicial, mantenerlo implica unos gastos considerables en alimentación, cuidados veterinarios, y seguros.
El gato serval es un cazador nocturno que prefiere pequeños animales. Su dieta incluye principalmente roedores, aves de tamaño medio y pequeño, y ocasionalmente gacelas. También consume liebres, reptiles manejables, insectos, peces, y anfibios como ranas. La mayoría de sus presas pesan entre 100 y 200 gramos. Evita comer órganos, intestinos, piel, plumas, picos, patas, y pezuñas, y en casos de animales pequeños, los consume enteros.
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En España, tener un gato serval como mascota es ilegal desde la entrada en vigor de la Ley de Bienestar Animal, estableciendo en su Disposición transitoria segunda una prohibición de los mamíferos salvajes como animales de compañía que en su adultez pesen más de 5 kilogramos, incluyendo a los gatos servales en esta prohibición, pendiente de la aprobación del Listado Positivo para mamíferos por parte del Estado.
Según esta nueva legislación, los propietarios de mamíferos silvestres que rebasen este límite de peso en su etapa adulta deben notificar la posesión de dichos animales a las autoridades pertinentes dentro de un marco de 6 meses desde la implementación de la ley, permitiendo así que las autoridades adopten las acciones adecuadas en función de cada caso específico.
Con la nueva Ley de Bienestar Animal, el ejecutivo tiene un periodo de 12 meses para emitir el Listado Positivo de mamíferos, extendiéndose a 30 meses para la elaboración de los catálogos correspondientes a otras especies (como aves, reptiles, anfibios, peces e invertebrados).
Además, existe un enfoque claro en la legislación española en cuanto a la responsabilidad que conlleva tener cualquier tipo de animal como mascota, ya sea exótico o no. Esto incluye garantizar condiciones de vida adecuadas que respeten las necesidades de espacio, alimentación y cuidados específicos del animal. La posesión de especies no autóctonas, especialmente aquellas consideradas invasoras o que puedan alterar la biodiversidad local, está regulada estrictamente y sujeta a sanciones significativas en caso de incumplimiento.
Esta especie está catalogada en el Apéndice II de CITES, lo que indica que su comercio debe ser controlado para evitar su explotación incompatible con su supervivencia, pero no está incluido en el CEEEI (Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras).
Para tener un gato serval en España, se necesitan permisos especiales concedidos en situaciones excepcionales, tanto para la tenencia del animal como, en casos específicos, para su cría o reproducción, y sus requisitos son muy altos.
Los animales clasificados como salvajes requieren esterilización, excepto cuando se destinan a fines reproductivos o de cría. Además, se establece la obligatoriedad de realizar un reconocimiento veterinario anual al animal y la limitación de su tenencia a núcleos zoológicos.
La crianza de gatos servales en España, al igual que la de otros animales exóticos, se encuentra bajo un marco regulatorio estricto diseñado para garantizar el bienestar animal y la seguridad tanto de los propios animales como de las personas.
En el territorio español, las normativas varían entre las diferentes Comunidades Autónomas, a pesar de la creciente popularidad de las granjas de servales en años recientes, impulsada por el interés en adquirir mamíferos exóticos como compañía.
Según asociaciones y fundaciones como AAP, se promociona a estos animales bajo la premisa de que, tras varias generaciones de crianza en cautiverio y/o procesos de hibridación, dejan de representar desafíos, afirmación que se contradice con múltiples investigaciones científicas. Esta realidad se ve reflejada tanto en el incremento de peticiones dirigidas a centros de acogida especializados en servales o sus cruces, como en los numerosos incidentes de abandono y fuga de estos especímenes.
Para dedicarse a la cría de estos animales de forma legal, es imprescindible obtener una serie de autorizaciones y cumplir con regulaciones específicas. Uno de los requisitos fundamentales es que el criadero sea reconocido como núcleo zoológico por la administración competente, lo que implica obtener la autorización de la administración autonómica correspondiente. Esto asegura que las instalaciones cumplan con condiciones higiénico-sanitarias adecuadas para el mantenimiento y cuidado de los animales.
Además, dado que los gatos servales son especies salvajes (al igual que los gatos caracales), su tenencia y cría pueden requerir permisos especiales que varían dependiendo de la legislación local y las normativas específicas sobre especies exóticas.
El gato Savannah es una raza excepcional que emerge de la cruza entre un serval africano, un felino salvaje de tamaño mediano y orejas notables, y un gato doméstico. Este híbrido destaca por su tamaño considerable, siendo uno de los más grandes entre las razas de gatos, con un peso que oscila entre los 6 y 10 kilogramos, aunque se han registrado casos excepcionales de hasta 23 kilogramos. Los machos suelen ser más grandes que las hembras, y su estatura varía entre 50 y 60 cm a la cruz, pudiendo alcanzar medidas mayores.
La apariencia de los Savannah es impresionantemente exótica y salvaje, con un pelaje corto y tupido que puede presentar patrones moteados exclusivamente, según los estándares de TICA (The International Cat Association). Estos patrones incluyen colores y texturas que recuerdan al serval africano, con manchas marrones sobre fondo dorado, plateado o negro.
En cuanto a su carácter, los Savannah son conocidos por su inteligencia y curiosidad, mostrando niveles de actividad elevados. A pesar de su apariencia salvaje, son afectuosos y sociales con los humanos, creando fuertes lazos de apego. No obstante, requieren de un ambiente estimulante y adecuado ejercicio para canalizar su energía. Pueden llevarse bien con otros animales si se les socializa adecuadamente desde temprana edad.
Los cuidados para un gato Savannah incluyen un adecuado ejercicio diario, estimulación mental, y cuidados específicos para su pelaje y salud general. A pesar de ser una raza relativamente saludable, es recomendable realizar chequeos veterinarios regulares y mantener al día su calendario de vacunación y desparasitación.
El reconocimiento de la raza por parte de asociaciones felinas como TICA pone de manifiesto su popularidad y aceptación en el ámbito internacional, aunque su tenencia en España generalmente es ilegal al ser considerada una especie exótica. Ninguna otra asociación internacional de gatos y felinos (excepto TICA) ha reconocido al gato Savannah, tampoco la Asociación Felina Española (ASFE), asociaciones que rechazan las razas híbridas de cruces ya existentes (como es el caso del gato Savannah) por carecer de sentido y riqueza biológica.
En general, la legislación española prohíbe tener un gato Savannah como animal de compañía, con la intención de salvaguardar tanto la biodiversidad local como la seguridad de las personas. Para tener legalmente un gato Savannah en España, es necesaria la licencia del CITES que autorice su comercio y tenencia, ya que está considerado como una especie exótica. el animal debe estar castrado, someterse a revisiones veterinarias anuales y solo puede residir en un zoológico.
Esta regulación forma parte de un marco más amplio destinado a controlar la tenencia de ciertas especies no autóctonas que podrían representar un riesgo para la fauna local o convertirse en especies invasoras. Aunque la nueva ley de bienestar animal en España ha generado expectativas sobre la elaboración de un “listado positivo” de animales que se pueden tener como mascotas, aún no se ha concretado completamente qué especies estarán incluidas o excluidas de este listado.
En el contexto de los gatos Savannah, su prohibición se alinea con la tendencia global de restringir la posesión de híbridos de especies salvajes, que a menudo requieren cuidados especiales y pueden presentar comportamientos impredecibles debido a su herencia salvaje. Además, la no inclusión de los gatos Savannah en asociaciones felinas internacionales importantes, debido a su origen híbrido, refleja las preocupaciones éticas y prácticas sobre su cría y tenencia.
El origen del Gato Savannah F1 se remonta al 7 de abril de 1986, cuando Judee Frank, una criadora de gatos de Pensilvania, produjo el primer híbrido cruzando un Serval macho con una gata doméstica (una siamesa). Este cruce inicial no solo marcó el comienzo de la raza, sino que también sentó las bases para su posterior desarrollo y reconocimiento. A lo largo de los años, criadores como Patrick Kelley y Joyce Sroufe jugaron un papel crucial en la elaboración de los estándares de la raza y en su promoción dentro de la comunidad de criadores, contribuyendo significativamente a su creciente popularidad.
Una hibridación interesante dio inicio cuando una criadora decidió verificar su capacidad para engendrar una raza completamente nueva. Aunque es común que, aun siendo especies que pueden reproducirse entre sí, muchos de los descendientes nazcan prematuramente, en cantidades limitadas y sin capacidad de reproducción (particularmente en los híbridos felinos, donde todos los machos tienden a ser estériles hasta la cuarta generación, utilizándose a las hembras para la cría continuada), este felino híbrido específico resultó ser fértil. Así, Suzi Wood, la criadora, logró reproducirla tras alcanzar una edad óptima con razas de gatos domésticos, incluidos el mau egipcio, el oriental, así como con gatos mestizos. Las crías resultantes de esta mezcla se denominan F2, correspondientes a la segunda generación.
Posteriormente, estas crías se aparearon con servales (generando nuevamente crías F1) con el objetivo de refinar o rescatar el aspecto silvestre deseado, y sus descendientes se cruzaron con más gatos domésticos hasta llegar a la cuarta generación (F4). A este nivel, padres, abuelos y bisabuelos son savannahs puros, sin la presencia directa de servales y con un gen silvestre notablemente atenuado.
Fue en ese momento cuando crearon el primer documento oficial que establecía los estándares de esta nueva raza, presentándolo a la Asociación Internacional de Gatos (TICA) en Estados Unidos, alrededor del año 2000. TICA reconoció oficialmente a la raza en 2001, aunque no fue sino hasta 2012 que se autorizó la participación de los savannah en competiciones felinas, limitándose únicamente a los especímenes de cuarta generación en adelante. Esto significa que solo se consideran gatos domésticos completos desde esta generación, siendo sus tres generaciones anteriores compuestas exclusivamente por savannahs puros, sin intervención de servales.
Sin embargo, criar Gatos Savannah F1 no es tarea fácil. La producción de camadas de Savannah F1 es particularmente desafiante debido a las diferencias en los períodos de gestación entre los Servales africanos y los gatos domésticos, así como a la esterilidad de los machos Savannah hasta la quinta generación (F5). Estos factores hacen que los Savannah F1 sean relativamente raros y, como resultado, sean una de las razas de gatos más caras.
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